Valdivia se transformó en 14 minutos en el epicentro de un desastre natural que causó alrededor de 2 mil muertes y dejó más de 2 millones de damnificados. Aquella tarde del 22 de mayo de 1960, una ruptura de 1.000 kilómetros de longitud generó dos terremotos y un maremoto que afectaron a 13 de las 25 provincias de la época y cambió para siempre a la sociedad chilena.
A 60 años del desastre, investigadores del Programa de Reducción de Riesgo y Desastres de la Universidad de Chile (CITIRD) sostienen que catástrofes como la de Valdivia o como la del Coronavirus, requieren ser abordadas de forma transdisciplinaria, entendiendo que no solo afectan a estructuras o instituciones, sino también a las comunidades.
Tal como ocurrió en el siglo pasado en la zona centro sur del país, el Covid-19 puso en jaque al sistema sanitario, con impactos socioeconómicos importantes que cambiaron las rutinas y comportamientos de las personas, junto con producir dificultades en la salud mental. En este contexto, la pregunta que ronda es si estamos preparados para enfrentar un megaterremoto como el de Valdivia, o si contamos con las herramientas necesarias para hacer frente al peak de la pandemia del Coronavirus en las próximas semanas. Desde el CITRID aseguran que se hace necesario contemplar todas las etapas del riesgo, como los factores naturales, físicos, antrópicos y sociales, independiente del tipo de catástrofe que afecte al país.
CONOCER PARA ADELANTAR IMPACTOS
Al igual que en 1960 con el megasismo de Valdivia, el Coronavirus destapó los efectos colaterales para la sociedad, como la caída de precios de materias primas, la interrupción de las cadenas de producción, la imposibilidad de producir insumos básicos, problemas para mantener el hogar producto de los cambios de rutina y despidos de un gran porcentaje de la fuerza laboral.
El director del Departamento de Ingeniería Civil y miembro de CITRID, Ricardo Herrera, explica que, por ejemplo, en el caso de los terremotos, “lo más importante es no solo preocuparse de que los edificios no caigan, sino que atender a todo el sistema social para que la recuperación sea más rápida”. Esta máxima debe seguirse también en catástrofes como la del Coronavirus.
El conocimiento de la realidad sismológica del país es una oportunidad para actuar preventivamente en la reducción de factores que inciden en el riesgo tras los desastres de cualquier índole. La vicedecana de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo e integrante de CITRID, Carmen Castro, asegura que “cuando se produce un desastre como Valdivia, la relación con el territorio sufre un quiebre al cambiar sus características. Al mismo tiempo que se reconstruye el asentamiento humano, también debe reconstruirse la relación de las personas con la zona, haciéndolas partícipes en la toma de decisiones, que no sean solo espectadores”.
Castro agrega “la forma más efectiva de generar transformaciones de reducción de riesgo es a través de políticas e instrumentos de planificación territorial. El objetivo debe centrarse en no generar nuevas áreas de riesgo y mitigar las existentes. Así, podremos desarrollar un aprendizaje social para una cultura preventiva y mejorar la estructura de gobernanza del riesgo”.
En el caso del Coronavirus ocurre algo similar, pues el aislamiento social resulta complejo de sobrellevar únicamente a través de la salud. Para la Académica de la Facultad de Medicina, Alicia Villalobos, “este fenómeno debe ser abordado desde todas las áreas del conocimiento. Hay que entender que este confinamiento no se puede sobrellevar fijándonos solo en la prevención del contagio, sino que que debemos atender una serie de otros factores colaterales”.
Por su parte, el director del Programa de Riesgo Sísmico (PRS) y miembro de CITRID, Jaime Campos, comenta que “hasta el presente nadie ha podido identificar qué gatilla la ocurrencia súbita de un terremoto. Sin embargo, la Universidad de Chile dispone de una tremenda herramienta para estimar la sismicidad esperada en cualquier región del mundo. Hemos trabajado en mejorar las tecnologías de monitoreo sísmico y en un sistema de alerta temprana que permite tomar medidas de acción ante un eventual tsunami, siendo pioneros con esta tecnología a nivel latinoamericano”.
La Profesora Villalobos concluye que “nadie en el mundo se encontraba preparado para enfrentar el coronavirus. Lo importante es actuar rápido. Como institución pública continuamos formando capital humano para enfrentarnos a cualquiera de estas situaciones, haciendo un esfuerzo por capacitar a especialistas y democratizando todas las ciencias y saberes”.
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